Con más de 30 años de experiencia como economista financiero en puestos en instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, Ralph Chami decidió virar su carrera profesional y centrarse en el capital natural, proyectando una economía que trabaje a favor de la naturaleza y no en su contra.

Así, este licenciado por la Universidad Americana de Beirut, máster en Finanzas y Estadística por la Universidad de Kansas y doctor en Economía por la Universidad Johns Hopkins, dejó su trabajo en el Fondo Monetario Internacional para dedicarse a los dos mayores riesgos que afronta la humanidad, como son el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, “que están sucediendo a la vez, y por eso debemos atajarlos de forma simultánea, porque no tenemos tiempo de hacerlo por separado. Y en esta labor, tan importante es invertir en la reducción de las emisiones de carbono, como invertir en la eliminación del carbono que ya está en la atmósfera. Para esto la naturaleza es una gran aliada”, ha explicado.

Un análisis de la situación que ha llevado el economista a desarrollar un nuevo campo de finanzas basadas en la ciencia, y orientadas a fomentar la inversión en la naturaleza viva y en la creación de una economía positiva para la supervivencia del planeta. “Es fundamental entender el servicio que hace la naturaleza en el cuidado del planeta, y poner precio a ese servicio, monetizar, por ejemplo, las capturas de CO2 que hacen no solo flora como las praderas de algas o los manglares, sino la fauna, como por ejemplo los elefantes en la tierra, o ballenas y fitoplancton en medio acuático. De esta forma se pueden contratar esos servicios, protegiendo y empoderando los recursos naturales, valiosos activos, con los que contamos”.

Economía rentable, con precios coherentes y garantías legales

La naturaleza viva, por tanto, es clave para el futuro de nuestro bienestar como seres vivos. “En términos financieros decimos que es macrocítica, porque según la ciencia tiene un valor intrínseca y un valor social que puede traducirse en dólares. Poner un precio base a estos servicios que nos presta la naturaleza es fundamental, para lo que se necesita una cuantificación previa de la cantidad de carbono que elimina, además de garantías en el marco legal que perpetúe el sistema por encima de los cambios gubernamentales y el devenir de las empresas”, ha razonado Chami.

En definitiva, el nuevo paradigma se asienta en un mercado rentable diseñado para satisfacer las necesidades de ofertantes (gobiernos, comunidades indígenas) como demandantes (empresas, sector privado), porque inversores y empresas verán en él una formula perfecta de responsabilidad medioambiental, o verán en la naturaleza viva una vía de ingresos, y los gobiernos verán en sus recursos verdaderos activos por los que estarán dispuestos a invertir en su protección y mantenimiento. Para Chami está es la única vía para “alcanzar un bello mañana donde todas las partes ganen protegiendo la naturaleza viva, explotando con coherencia y respeto los fundamentales servicios que nos presta, y proteger así a las generaciones futuras y, en definitiva, a la humanidad”, ha concluido.