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Encuentro de los Mares urge al diálogo entre pescadores y el sector de las eólicas para que ambas actividades coexistan
El congreso evidencia la necesidad urgente de regular la convivencia entre la protección de los mares y la explotación de sus recursos.
La segunda jornada del quinto Encuentro de los Mares arrancaba en el Club Náutico Puerto Colón (Costa Adeje, Tenerife) y lo hacía poniendo énfasis en la necesidad de proteger los dos tercios de nuestros océanos que se encuentran fuera de las jurisdicciones nacionales y que son los que albergan la mayor parte de la biodiversidad de este planeta.
“La del Gran Azul es ahora la economía con mayor proyección de crecimiento, y debemos garantizar que sea sostenible. Es el 95% del espacio habitable del planeta, y está en peligro, por lo que debemos trabajar rápidamente en la restauración de su salud”, ha afirmado Minna Epps, una de las mayores especialistas en biodiversidad marina del mundo, que actualmente dirige el Programa Mundial Marino y Polar de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) organización intergubernamental que trabaja con comunidades locales estableciendo procedimientos globales. Para conseguirlo ha sido vital la reciente firma del Tratado sobre Biodiversidad en Alta Mar, que por fin proporciona un mecanismo para establecer zonas marinas protegidas en la parte del océano que queda fuera del control de cada país, y asegurar un uso sostenible de su biodiversidad. Pero para Epps, la aprobación del Tratado no es punto final, bien al contrario, es el punto de inicio para abordar los siguientes retos y desafíos en la protección de los océanos, “como el establecimiento y aprobación de los marcos legales sobre la actividad humana, su seguimiento y control, así como todos los aspectos relativos a la financiación, sobre todo en el mantenimiento de las áreas marinas protegidas. Supone una gran inversión, pero sus beneficios socio económicos son enormes”, ha concluido.
Otra presión sobre nuestros océanos es el conflicto existente entre la energía eólica marina y la actividad pesquera que ha centrado una de las mesas redondas del congreso y en la que se ha evidenciado la necesidad de que todas las actividades relacionadas con el mar coexistan. La ecologista marina Eline van Onselen, participa desde la North Sea Foundation en proyectos piloto de energía eólica en el Mar del Norte, y explicaba que “la instalación y funcionamiento de las plantas eólicas provocan la pérdida de hábitats, colisión de aves con las turbinas, ruido marino, cambios en las corrientes y en la estratificación… En definitiva, cambios en el ecosistema”. Sin embargo, ante esta problemática la misma Eline afirmaba “existen alternativas para compensar estos efectos, apoyándonos en una perspectiva holística, internacional e intersectorial, sustentada en el respeto por la naturaleza y la unión global para minimizar el impacto”. Otro gran experto del caso del Mar del Norte es Willem Visser, director de Blue Port Centre Den Helder quien coincidía con ella y concluía que “ecología y pesquería deben conciliar, para garantizar la viabilidad de ambas en el mar”.
Por su parte, José Pascual, director del Instituto de Investigación Social y Turismo de la Universidad de la Laguna decía que hay que entender la reacción de los pescadores ante lo que sienten como una ocupación de sus espacios por parte de las plantas de energía eólica. Añadía, además, que en realidad “la colisión de los distintos intereses se ha dado por la falta de un proceso de diálogo que lleve a ambas partes a consenso. Es fundamental acercar posturas”, ha manifestado. Una vez más, el diálogo es clave.
Pero el impacto de la desaparición de hábitats marinos no solo tiene un efecto directo a nivel medioambiental o en el sector pesquero, sino que también puede suponer perder recursos genéticos marinos básicos para obtener importantes avances en varios campos. Jesús Arrieta, científico titular del Centro Oceanográfico de Canarias IEO-CSIC, explicaba que “los recursos genéticos marinos se consideran una valiosa fuente de ingredientes innovadores para varias industrias, desde la biotecnología a la cosmética pasando por la industria farmacéutica”, pero resulta que “no conocemos la mayor parte de estos organismos y nos puede costar miles de años hacerlo”. Por ello, “tenemos que proteger lo que no conocemos para intentar conocerlos todos antes de que alguno pueda llegar a extinguirse” advertía Arrieta.
Las despensas de los diversos mares
Desde la gastronomía también se ponía en valor la singularidad de cada espacio marino. Lo hacía la cocinera chilena Lorna Muñoz, quien explicaba que en archipiélago de Chiloé (donde se encuentra su restaurante Travesía) tienen “una despensa marina extensa con una gran diversidad de productos justamente por las características concretas de nuestro mar interior. Un mar que recoge aguas de los glaciares y también del océano Pacífico”.
Pero no solo las características de su mar modelan la cocina de Chiloé, sino que también lo hace su climatología. “En Chiloé hace mucho frío y las inclemencias del tiempo nos han llevado tradicionalmente a trabajar mucho en cocina las técnicas de conservación”, explicaba Lorna Muñoz. Esta cultura de bordemar se ha basado en una cocina tradicional en la que los ahumados, secados y frescales son técnicas habituales de conservación para poder transportar o almacenar productos.
Desde el Cantábrico, el chef Nacho Manzano (Casa Marcial**, Arriondas, Parres, Asturias) también evidenciaba la fuerte influencia del mar en su cocina, como lo ha demostrado con la elaboración de varios platos de su menú actual que, “casi sin quererlo”, está casi íntegramente centrado en el mar.
El congreso continuaba por la tarde con una mesa redonda en la que se ha hablado sobre la riqueza del mar de Tenerife, sus túnidos y cetáceos y su explotación pesquera. Una mesa redonda que entroncaba con la llevada a cabo previamente y en la que se ha debatido la necesaria adopción de modelos de pesca más sostenibles que erradiquen la sobreexplotación de mares y océanos. Una medida urgente según la bióloga marina Sonia Español Jiménez, directora ejecutiva de la Fundación Meri en Chile, quien cree firmemente en los estudios científicos que apuntan a que “estamos en un punto de no retorno, ya que en las próximas décadas 1 de 4 cuatro especies se extinguirán si no cambiamos nuestra forma de vivir”.