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Crear y mantener una economía global y sostenible del Gran Azul

Sandra Hernández

 

Sólo el 1% del océano y su sistema vital está protegido, lo que supone un problema para su subsistencia. Pero establecer su control es complicado, ya que dos tercios se encuentran fuera de las jurisdicciones nacionales, justamente los que albergan la mayor parte de la biodiversidad planetaria.

Por eso ha supuesto un hito histórico, tras más de 20 años de negociaciones, la reciente firma del Tratado sobre Biodiversidad en Alta Mar, que por fin proporciona un mecanismo para establecer zonas marinas protegidas en la parte del océano que queda fuera del control de cada país, y asegurar un uso sostenible de su biodiversidad.

Para hablar de todo ello, Encuentro de los Mares ha disfrutado de la presencia de la bióloga Minna Epps, una de las mayores especialistas en biodiversidad marina del mundo, que actualmente dirige el Programa Mundial Marino y Polar de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) organización intergubernamental que trabaja con comunidades locales estableciendo procedimientos globales. “La del Gran Azul es ahora la economía con mayor proyección de crecimiento, y debemos garantizar que sea sostenible. Es el 95% del espacio habitable del planeta, y está en peligro, por lo que debemos trabajar rápidamente en la restauración de su salud”, ha afirmado.

La enorme riqueza del océano explica su relevancia en la lucha contra el cambio climático; “sin él la temperatura del planeta estaría actualmente seis grados por encima”, además de ofrecer otros muchos servicios, “pero la degradación del planeta y el aumento de la temperatura son devastadores en la vida de sus especies, con efectos tan negativos como la desoxigenación, ya que las está afectando vitalmente, produciendo cambios en el hábitat con peligrosas migraciones como las de los túnidos, que buscan aguas más frías y oxigenadas cuando se producen las terribles olas de calor marinas”, ha argumentado Minna.

Satisfecha con la consecución del Tratado, la experta ve con optimismo la implementación de una gestión oceánica equitativa, y sobre todo responsable con su biodiversidad. Está muy comprometida con la Agenda Oceánica Mundial, y considera que “hay que concienciar a la población mundial sobre la importancia del océano, y ejercer un control intergubernamental para garantizar la gestión inteligente de sus recursos, para, por ejemplo, impedir que un solo país se apropie de los recursos genéticos para la investigación médica, de la que debe beneficiarse toda la humanidad”.

Convencida de que el Alta Mar tiene derechos, pero sobre todo obligaciones que hay que cumplir, “el Tratado facilitará el abordaje de los siguientes retos y desafíos, como el establecimiento y aprobación de los marcos legales sore la actividad humana, su seguimiento y control, así como todos los aspectos relativos a la financiación, sobre todo en el mantenimiento de las áreas marinas protegidas. Supone una gran inversión, pero sus beneficios socio económicos son enormes”, ha concluido.

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